Mucho se habla de las estrÃas en los cuerpos femeninos. Que si son marcas de nuestra fortaleza, que si muestran nuestras batallas, que si son la demostración de lo que nuestros cuerpos pueden llegar a hacer... Yo digo que ya basta. Basta de intentar embellecer algo que no deberÃamos, porqué las estrÃas no dejan de ser marcas de crecimiento, tal y como dice Caitlin Moran en su Moranifesto: "la piel y los corazones se rompen para hacer grandes cosas". Y es que los árboles también tienen estrÃas, pero nadie habla de ellos como si fueran obras arte.
Ningún cuerpo es perfecto, todas tenemos estrÃas, celulitis, barriga, los pechos muy separados o las piernas muy juntas. Y, ¿qué? Ya va siendo hora de que dejemos de permitirle al patriarcado que nos diga cómo deberÃamos ser, cómo deberÃa ser nuestro cuerpo y cómo deberÃamos sentirnos respecto a él. Porqué el hetero-patriarcado y el capitalismo siempre van a hacer que nos veamos mal: demasiado gordas o demasiado delgadas, demasiado bajas o demasiado altas. La función del hetero-patriarcado es despreciarnos, hacernos sentir mal con nosotras mismas, dependientes de la constante aprobación de los hombres que nos rodean, para que asà no veamos de lo que somos realmente capaces. Superemos eso. Muchas ya lo han hecho, sigamos su ejemplo.
Dejemos de fijarnos en los maniquÃs de los escaparates, aquello es plástico, inmóvil, inerte, no necesita alimentarse, no respira ni siente absolutamente nada. Y dejemos de mirar a todas esas modelos de las revistas e Internet, ellas son las primeras que se sienten oprimidas por tener que mantenerse delgadas, jóvenes y guapas, y en el momento que les aparece una arruga que no deberÃa, las rechazan. Eso es lo que quieren que seamos: objetos de placer a la vista de los hombres heterosexuales. Quieren que nos mantengamos perfectas, cuando saben que tal cosa no existe, empezando por ellos (podrÃan, al menos, bajar la tapa del retrete cuando acaban de hacer pis, no es un esfuerzo enorme que digamos, pero aun asÃ, pocos lo hacen).
Fijémonos en el arte clásico: la Venus de Milo, o las Cariátides del Erecteón en el acrópolis de Atenas. O en el arte Barroco o Renacentista: El nacimiento de Venus de Botticelli, o Las tres Gracias de Rubens. ¿Por qué no volvemos a aceptar las curvas, las arrugas, las barrigas, las piernas juntas, o los pechos caÃdos? ¿Por qué no podemos aceptar todos los cuerpos por igual? ¿Tan desagradable serÃa aceptar que nadie es perfecte? Yo creo que no, que más bien serÃamos todes mucho más felices.